Hallábase en Oviedo fray Hugo, el primer gaseado que hubo, pues había sido contratado como director del coro para la inauguración de la carretera a Narcea. Andaba desesperado el buen fraile, pues los cánticos se celebrarían en la plaza y no acertaba a encontrar la devota sonoridad que la ocasión merecía. Una noche, insomne e inquieto, levantose y compuso algunos versos para su cantiga "Las nalgas de doña Ximena":
No temáis, doña Ximena,
va don Hugo bien sobrado,
retroceden los malandros;
ver mi brío es demasía
para quien en sí no fía
el riesgo de descalabros.
¡Gañán, huye malhadado,
so pena de riña buena!
Por fin acostose fray Hugo en su jergón, mas no bien trabó onírico contacto con las dríades del bosque, fue vilmente despertado por una barahúnda que conminaba con gañidos y alaridos a abandonar la posada.
Mientras fray Hugo contemplaba ensimismado las llamas que devoraban el establecimiento, un trozo de papel escapó por ventura a su hado ígneo y, con caprichosos vuelos y requiebros, acabó posándose a los pies del atónito musicastro. Pues nada menos que se trataba de un fragmento chamuscado de su inspirada oda. Tomó el papel el buen fraile y reparó no en la cruel mutilación del su poema, sino en el mensaje que el mismísimo Señor acababa de enviarle, pues así rezaba ahora:
No
va
re
ver
para
el
¡Ga
s
Al día siguiente, fray Hugo acudió al luthier más cercano y, siguiendo el mandato divino, resolvió con su habitual donaire sus problemas musicales. Una semana más tarde, eleváronse las voces con tal grandeza y hondura en la plaza de Vetusta que el Señor perdonó los pecaminosos encuentros que durante esas semanas había mantenido el buen fraile con la mujer de un prestamista de Avilés...

PD: Thanks, Gaseado! Suena de cojones.
