El periódico da asco, por la filosofía que todos sabemos que lleva, pero el texto me ha resultado interesante porque creo que es un reflejo de la verdadera realidad de estos parásitos.
Carta publicada por un controlador advirtiendo de cómo funciona el colectivo
y avergonzándose de ello:
http://www.libertaddigital.com/opinion/ ... -controlad
ores-aereos-55769/
Tengo formación académica como físico, en inteligencia artificial e
ingeniería del conocimiento, y como economista. Soy liberal, comentarista de
opinión en Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana. Y soy
controlador aéreo en Aena desde hace once años, de lo cual no estoy
precisamente orgulloso. He estado destinado en las torres de control de
Tenerife Sur y en Madrid Barajas (donde fui instructor y supervisor) y ahora
estoy en proceso de instrucción en el centro de control de ruta de Madrid
Torrejón. Además he estado en comisiones de servicio en las torres de
Almería, Ibiza y Málaga. Aclaro que este artículo lo escribo a título
estrictamente personal.
Mis sueldos de los últimos años han estado ligeramente por encima de la
media dada a conocer por el ministro Blanco (aquellos más de 330.000 euros
brutos anuales). Además mi nómina era de las relativamente bajas en la torre
de control de Barajas, ya que estando más o menos en la media de antigüedad
y carrera profesional yo solo hacía la ampliación laboral básica (el primer
nivel de los tres que había de horas extra). Y Barajas es una torre de
categoría inferior a los centros de control, que es donde hay más personal
destinado.
Estos abultados salarios se han conseguido mediante la elevación de la
demanda de controladores y la restricción de su oferta, fenómenos que no han
sido ajenos a la presión sindical y a su capacidad de hacer daño al dejar de
prestar un servicio esencial difícilmente sustituible (la unión hace la
fuerza, especialmente en un monopolio público como éste). Los propios
controladores decidían de forma casi unilateral cuántos eran necesarios
durante cada turno en cada dependencia (las configuraciones de referencia,
con cantidades a mi juicio infladas y exageradas porque prácticamente
siempre solía sobrar personal, a menudo se abrían sectores no estrictamente
necesarios y las horas efectivamente trabajadas estaban lejos del límite
reglamentario). Dada la limitación de horas a trabajar por convenio (1.200
anuales) se programaban grandes cantidades de horas extra.
Algunos controladores se han presentado ante la opinión pública como
responsables trabajadores que sacrificaban su tiempo libre, su familia y su
salud (el famoso presunto estrés laboral) para hacer las horas extra y
salvar la navegación aérea, al turismo y al país: la verdad es que se
aprovechaba cualquier oportunidad para generar esos servicios adicionales y
se hacía cola para hacerlos y cobrarlos suculentamente. Simultáneamente el
sindicato reclamaba con gran cinismo ante la opinión pública más
controladores, justo lo contrario de lo que realmente quería (cualquier
economista puede explicar cómo a los gremios les interesa restringir la
competencia para elevar sus ingresos y mejorar sus condiciones).
Quizás por la bonanza económica o para evitar problemas políticos los
ministros y los directivos anteriores de Aena cedieron ante la presión
sindical, básicamente las amenazas de dejar de hacer esas infladas horas
extra y quizás también retirar a los profesores de la escuela y parar en
seco los procesos de formación. Otras medidas eran y son las típicas de las
huelgas de celo: utilizar el reglamento y los procedimientos (estos últimos
de nuevo decididos y aplicados según el criterio de los propios
controladores) como excusas para ralentizar el tráfico (los controladores
aéreos insisten mucho en la seguridad, la cual invocan constantemente y
aprovechan para meter miedo al personal, pero de lo que no pueden presumir
en general es de eficiencia).
Durante mucho tiempo advertí a mis compañeros de que se estaban pasando y
que estaban generando un sistema insostenible, pero obviamente no me
hicieron ningún caso y continuaron los excesos y abusos. Y entonces llegó la
crisis económica, la reducción del tráfico aéreo y el cambio de ministro de
Fomento y de equipo directivo en Aena. Y más recientemente las nuevas leyes
sobre provisión de los servicios de navegación aérea. Lejos de practicar una
sana autocrítica, el nuevo equipo directivo de USCA (Unión Sindical de
Controladores Aéreos) ha decidido huir hacia delante, se han autoproclamado
víctimas esclavizadas y han promovido la convocatoria de una huelga. Estoy
totalmente en desacuerdo, y además me siento profundamente avergonzado e
indignado por lo que he visto y oído en los últimos meses en la torre y en
la sala de control. Por eso me he dado de baja del sindicato USCA y estoy
considerando mi futuro profesional. En próximos artículos espero ir dando
más detalles, aclarando ideas y desmontando diversas falacias difundidas
interesadamente por algunos controladores aéreos.
Francisco Capella es director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan
de Mariana, creador del proyecto Inteligencia y Libertad y escribe
regularmente en su bitácora